Las mujeres y el mar: las mujeres marineras sí existen.

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Si alguien te pregunta por mujeres marineras, ¿en quién piensas? Quizá en piratas, quizá en todas las mujeres que embarcan en barcos de recreo, quizá tienes el privilegio de conocer a alguna marina mercante, que no son muchas. Quizá, incluso, sabes de deportistas marineras o pescadoras. Personalmente, yo siempre pienso en pescaderas, rederas y marisqueras. Probablemente por mi origen en un pueblo de mar y porque, en realidad, nuestra historia nos remite a esas posiciones en tierra.

Así, parece claro que nuestras miras en este tema no son muy amplias. Como sucede con muchos otros ámbitos, es fácil decir un par de nombres de marineros a lo largo de la historia y del mundo. No hay que darle mucho a la cabeza para pensar en un oceanógrafo famoso, un famoso almirante o un explorador. Pero en el caso de las mujeres, hasta el siglo pasado la cosa estaba complicada, con muy poca participación activa embarcadas, ya sea en funciones de navegación, pesca, deportes, militares o científicas.

Por todo esto, vamos a aprovechar esta fecha señalada para hacer un viaje por la figura de la mujer en el mar, de la mujer marinera. Remarcando, en las distintas perspectivas del mar y las labores que se pueden realizar en él, cómo cambió el papel de las mujeres para la sociedad, desde que tenerlas en un barco era señal de mal augurio hasta la actualidad, en que, despacio pero insistiendo, vamos encontrando nuestro lugar en cualquier rincón de este hogar que es el mar.

Imagen de un marinero navegando en la ría de Arousa, entre la niebla
Navegando entre la niebla

Las mujeres en los barcos.

Aún hoy en día quedan reminiscencias de las imágenes de las mujeres en las proas de los barcos, una señal de identidad, supongo. Una muestra de esa versión mítica de la mujer en el mar, como símbolo de sirenas, del peligro y la fantasía. Y dicen que también de protección, como muestra la costumbre de ponerle nombre de mujer a las embarcaciones. De ese modo, la mujer era una imagen y un símbolo, tanto en figura como en nombre.

Mientras tanto, durante siglos las mujeres de carne y hueso no eran bienvenidas en los barcos, siendo inconcebible que navegaran o dirigieran los navíos. Se consideraba su presencia un mal augurio, culpándolas de todo aquello que fuese mal. De hecho, en varios países estaba directamente prohibida la presencia de las mujeres, incluso como pasajeras.

Sin embargo, bien es cierto que hoy en día sabemos que miles de mujeres viajaron a las Américas durante su conquista. Del mismo modo, las esposas de los puestos militares viajaban con sus maridos, ayudando en puestos de enfermería y cuidados. Así, aunque la presencia femenina en el mar es escasa no está totalmente ausente.

Se sabe que hubo mujeres embarcadas como almirantes, piratas, en la armada, en buques mercantes… pero el secreto estaba, inicialmente, en conseguir hacerse pasar por un hombre o en un chico. Por eso es muy posible que la presencia de las mujeres marineras sea mayor de lo que hoy en día conocemos, ya que debemos tener en cuenta que en muchos casos debían ocultarse y que la historia, por lo general, está escrita por hombres. No debía ser sencillo admitir y dejar pruebas de que los habían engañado durante años.

Un caso curioso es lo que sucedía con la marina británica, donde la costumbre era que los marineros no bajaban a las ciudades. Así, para mantenerlos tranquilos permitían que, por unos días, mujeres subieran a bordo. Ocultando su profesión, estas mujeres ganaban unas monedas de los marineros y ayudaban a mantener la calma en el navío durante los largos viajes posteriores. Eran conocidas, eufemísticamente, como “Queen’s Caroline Daughters”.

Mujeres en la historia náutica.

Buscando detalles y algunos casos concretos, podemos encontrarnos con personajes de renombre que son recordados en la actualidad. En épocas en las que no se permitía su presencia en el mar, hubo mujeres que rechazaron los impedimentos y superaron cualquier límite impuesto por la sociedad, para alcanzar su sueños y objetivos.

Ana María de Soto

En 1793 se incorporó al Cuerpo de Infantería de la Marina, haciéndose pasar por un chico llamado Antonio. Sirvió durante más de cinco años como soldado de la Infantería de la Marina, demostrando grandes aptitudes y participando en diversas batallas. Posteriormente, embarcada en el Matilde, se descubrió su género en un reconocimiento médico, dándosele la orden de desembarcar.

Pese a esto, y gracias al buen trabajo realizado durante esos años, se le concedió el grado y la remuneración de sargento primero de Batallones, así como el permiso de utilizar los colores de su uniforme en sus prendas femeninas para identificarla como miembro de la marina.

Isabel Barreto

Educada como un varón por su padre, con conocimientos de armas, geografía y matemáticas, esta mujer tenía sueños propios de los hombres en aquellos tiempos: quería viajar por el mundo. Para conseguirlo, se puso al mando de una embarcación, llegando a ser la primera mujer en la historia en tener el cargo de Almirante.

Participó, junto con otras mujeres y su marido, en la expedición a las Islas Salomón, en el año 1596. Su esposo se contagió de malaria y, antes de morir, la nombró gobernadora y a su cuñado Almirante. Apenas unos días después el hermano de Isabel murió, y así fue como ella cargó con el mando de la expedición.  

Jeanne Baret

Mujer del siglo XVIII, gran conocedora del mundo vegetal. Trabajó y mantuvo una relación con el naturalista Philibert Commerson, con quien viajó en la expedición de Bougainville (1766), haciéndose pasar por el asistente del naturalista.

Debido a una enfermedad de Commerson, Jeanne Baret realizó la mayor parte del trabajo de recolección e identificación de las plantas de la expedición. Descubrió, por ejemplo, la buganvilla, y recogió más de 3000 plantas. Irónicamente, solamente pudo darle su nombre a una de las plantas descubiertas, que en la actualidad ni tan siquiera mantiene ese nombre.

Dibujo en el que se representa a Jeanne Baret vestida como un joven asistente
Dibujo de Jeanne Baret vestida de hombre

Para evitar y silenciar las sospechas sobre su verdadera identidad, Jeanne llegó a contar que le habían castrado los piratas otomanos. Pese a todos los esfuerzos, al final fue descubierta. Los miembros de la tripulación la acorralaron y maltrataron, para al final, abandonarla junto a Commerson en la Isla Mauricio.

En esta isla vivieron varios años, haciendo viajes a Madagascar, hasta la muerte del naturalista. Al final, Jeanne volvió a Francia, donde recibió la herencia de su compañero y el reconocimiento público por participar en la primera expedición francesa que dio la vuelta al mundo.

Mujeres piratas.

Es complicado separar la historia de la ficción en lo que sabemos de esas piratas, corsarias y bucaneras. Además, no es mucho lo que se sabe de estas mujeres del mar. Sin embargo, hay dos mujeres que son, con casi total seguridad, las dos piratas más famosas de la historia: Mary Read e Anne Bonny.

Anne Bonny tenía fama de mal carácter ya desde muy joven, con antecedentes de agresión que llevaron a su padre a repudiarla. Se enamoró del pirata Jack Rackham, convirtiéndose en su lugarteniente. Llegado a cierto punto, el barco de estos piratas capturaron a Mary Read, que navegaba disfrazada de hombre. Los tres navegaron juntos, forjando vínculos estrechos entre ellos, hasta 1720, año en que la tripulación de este pirata fue capturada.

Los piratas fueron condenados a muerte, exceptuando a las dos mujeres, que afirmaron estar embarazadas. A partir de este punto, nada más se sabe de ellas. Puede que sobrevivieran… o no.

Mujeres en los deportes náuticos.

Las regatas deportivas permiten ver los cambios y los progresos en la inclusión de género de las últimas décadas. Así, su presencia es cada vez más común y son muchos los nombres femeninos que son conocidos por la mayoría de la población.

Entre ellas están, por ejemplo, Florence Arthaud, Ellen McArthur o Naomi James:

  • Naomi James fue la primera mujer que dio la vuelta al mundo navegando a vela, en el año 1977, sin hacer ninguna escala y superando los récords de velocidad previos.
  • Florence Arthaud hizo su primera travesía con 18 años y fue la primera mujer en ganar la Route du Rhum, en 1990.
  • Ellen McArthur estableció, en 2005, el récord del viaje más rápido en solitario hasta el ecuador, pasando por el Cabo de Buena Esperanza, Cabo de Horn y de vuelta al ecuador. 
Imagen de la Route du Rhum, 10 años después de la victoria de la primera mujer marinera en obtenerla
Route du Rhum, 2010

Mujeres en la pesca.

Al igual que sucede con la marina mercante, donde tuvimos que esperar hasta 1935 para que apareciese la primera capitana (Anna Ivanovna Shchetinina, Rusia), en el mundo de la pesca las cosas van lentas y contra marea.

Bien es cierto que, desde siempre, hubo oficios vinculados al mar que eran y son llevados a cabo mayoritariamente por mujeres. Pero estos son trabajos que se realizan en tierra, como hacer redes o mariscar. Es muy posible que esto se deba, además de a lo ya contado hasta ahora, a la necesidad de la presencia de las mujeres en las casas, no pudiendo permitirse las largas ausencias asociadas a los viajes en barco.

Sin embargo, en la actualidad la conciliación no es algo desconocido, y hay muchas opciones de viajes relativamente breves (ya no con largos meses de ausencias) que deberían permitir una mayor presencia de mujeres en la pesca, actuando de forma directa y activa. Pero no es lo habitual. Seguimos siendo una presencia minoritaria en las embarcaciones pesqueras, en pleno siglo XXI.

Para terminar… las heroínas del naufragio del Santa Isabel.

En la madrugada del 2 de enero de 1957 el trasatlántico Santa Isabel naufraga al intentar entra en la ría de Arousa. Encalló, hundiéndose por la popa y escorando con considerable rapidez. Durante la madrugada se lanzaron los botes, tratando de salvar a la mayoría de pasajeros, a pesar de las espantosas condiciones meteorológicas, que los llevaban a ir contra las rocas de la costa. Desde la aldea de Sálvora salieron, entre otras embarcaciones, dos dornas dirigidas por tres jóvenes mujeres: María Fernández, Cipriana Oujo y Josefa Parada.

Remaron en medio del temporal para tratar de llegar a la embarcación naufragada y conseguir rescatar a los pasajeros que trataban de evitar chocar contra las rocas en los botes. En esa madrugada realizaron varios viajes y se calcula que salvaron a más de 15 personas.

Fotografía de las cuatro mujeres marineras que ayudaron a salvar a pasajeros del Santa Isabel tras su naufragio
Las heroínas de Sálvora: María Fernández, Cipriana Oujo, Josefa Parada y Cipriana Oujo Maneiro

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